Los españoles estamos representados por un grupo de personas que, lejos de dar un ejemplo a la sociedad a la que representan, se siven de ella para construir su modo de vida particular, amparados en la legitimación legal que en su día recibieron de los votos recibidos en unas elecciones.
Unos partidos políticos manifiestamente corruptos en términos generales e incansablemente corrompidos en términos individuales. Unos partidos que han sido no sólo sentenciados por los tribunales sino por la propia comunidad a la que sirven, la cual parece permanecer adormecida ante los atropellos civiles cotidianos, cansada de lucha y de ser tratada de ignorantes ante los engaños que sus representantes cometen contra sus representados.
Son precisos para España partidos políticos sanos, que no pertenezcan al aletargado y rancio sistema que impera, el cual exprime los derechos civiles e impositivos en favor del mantenimiento de sus estructuras arcaicas y negativas al bien común.
No podemos confiar en los grandes partidos que conocemos porque hasta ahora han demostrado trabajar por una solución que se ha visto es destructiva, lo es desde el punto de vista económico, político, social y de justicia. A la vista de los acontecimientos de esta joven democracia (Filesa, Roldán, Faisán, Gürtel, Bárcenas, EREs… .).
Han tenido oportunidades manifiestas en estas décadas de libertad para demostrar su valía como grupo y su honradez como individuos, aspectos ambos prostituidos en el beneficio sólo del enriquecimiento del partido político a través del dinero público y del mantenimiento en la estructura de los mismos líderes, protagonistas ya desde la Transición.
España requiere con urgencia una generación libre, sana y honrada de auténticos políticos. Pero no de profesionales de la política que han hecho de su partido su escuela formativa y experiencia de trabajo, sino de personas que hacen del partido algo profesional y público desde la formación y la experiencia laboral, siempre con un contacto real previo con la ciudadanía.
Este país necesita gente entregada a la causa pública, que llegue limpia y sin lastres que deba justificar; personas nobles entregadas a una causa pública que hagan de su nobleza su virtud convirtiendo en noble la causa por la que se entregan.
Por una España libre y mejor,
¡arriba España!
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